domingo, 7 de diciembre de 2014

19 MESES DE LOCURA






Literal.

De la bonita y de la no tan bella.

El hecho de no poder bajar la guardia, de no tener ni un minuto para mis pensamientos cuando él está despierto, de saber que un silencio es igual a un desastre en la misma medida, a veces, se convierte en un motivo de enajenación mental.

¡Oh Universo! Yo quería un príncipe salvador y me has mandado un Dothraki encantador… esta me la apunto –y te la guardo-.

Si mis condiciones fueran otras, mi hijo es para partirse de risa. Pero son las que son y las acciones de mi benjamín me hacen perder el color de la cara varias veces al día. De hecho, hay algo que he visto en Celia que no había visto hasta el momento. La lástima. Le doy lástima.
“Siéntate mamá, ya lo recojo yo”

Es bueno, creo. Al menos me viene bien saber que no soy yo la que se lo toma todo a la tremenda. Realmente, doy lástima.

Y risa. Cuando cuento sus hazañas todo el mundo muere de risa, aunque al otro lado del whatsapp esté llorando. Que ahora, con perspectiva, puedo entender que se rían. Pero soy yo la que piensa en instalar un desfibrilador en casa, la que piensa en poner la cubertería de plástico para evitar que sea enchufada – literalmente-, la que llena cubos de agua del suelo. 

Manuel dispara y después apunta. No aprende de la observación. No. Sólo observa lo que es inalcanzable físicamente para él, osea, los aviones.  Él aprende de los golpes, sustos, aplastamientos, caídas, quemaduras y todo lo que pueda ser experimentado en propias carnes. Imita de la forma que pueda hacerlo un bebé de 19 meses. Lava ropa y pañales a su manera. Ha aprendido a enjabonarse la cabeza, poco importa el lugar, el momento y el jabón en sí. La acción, está hecha. Arregla cosas destrozadas por él anteriormente, a su manera.

Es gracioso esto del karma. Me parto con él. Pensando que había ganado una gran batalla al aceptar como un corderillo (esto no me lo creo ni yo, pero quiero darle dramatismo al asunto) una niña que me acompañaba a todo. Lugares, emociones, pensamientos. Pensaba que mi asunto terrenal estaba cubierto con eso. Que ya había matado mi ego. Que aprendí a compartir hasta mis pensamientos.

¡Alma de cántaro!

Al principio molaba. Este segundo me necesita menos. Es más independiente. Me acostumbré a la soledad en el baño. Hey! Eso estaba bien.

Ahora veo que hay un precio a pagar. Ahora, debo encerrar a mi hijo conmigo en el baño. Observo como tira todos los tarros, secador, toallas,… pero está a salvo.

En el momento en que no acepta de un modo amigable mi compañía forzosa, lo único que me consuela es que vivo en un bajo. Y me repito cual mantra: confía en él, confía en él, confía en él, … y no falla! Nunca llego al quinto. Por eso no lo interiorizo, no puedo repetirlo las suficientes veces.

En el mejor de los casos, un ¡HALAAAAAA! Interrumpe mi cantinela. Esas veces molan. Mi niño está bien. Y ya me acerco con el cubo y el mocho. Aunque esa vez haya  sido la tele – qué resistente nos ha salido, más que los mandos, los tres que llevamos-
En un caso mediano puedo oír un aparatoso golpe y llanto ipsofacto.
En los casos que me infartan son los que oigo algo –o no- que no logro identificar – ¿atragantamiento con piedra del jardín?¿No rueda su moto por las baldosas? ¿camina sobre madera?-  y nada después.


Una me puso a prueba psicológicamente y el dos lo hace físicamente.
Vaya entreno. Casi que paso del tres.

Pero luego, viene la parte encantadora del tema. Y me desbanca.

Me siento como una adolescente. Me enfado hasta echar chispas y pone esa sonrisa. Cierro los ojos y sólo acierto a verle así, sonriendo. Y me vengo abajo. Pongo una cara de estúpida que se conoce demasiado bien y recojo el aceite del suelo valorando lo que ha avanzado con su motricidad fina y su fuerza.

O cuando descubre algo fuera. Algo que trae entre sus deditos, haciendo pinza perfecta,  y que yo debo coger esperando a que le salgan patas –¡jamás pensé que fuera capaz de esto, y la culpa es de esa sonrisa!-

O cuando (des)pronuncia “teta”, no hay manera. No habla muy bien. Vamos, no habla. Lo justo para ver leves avances y que no vaya a calentar la cabeza a un pediatra. Pero se hace entender. Desde los 3 ó 4 meses, hacía un ruidillo para pedir su adorada teta. Algo así “kjhkjhkhjkh” como un carraspeo.  Aún sigue haciéndolo. De hecho, ya no es teta, es kjhkjhkjh para todos.

El tema es que además se refiere a las cosas por el sonido que hace y no por la palabra. Aspiradora, animales, puertas, coches, caídas, … así es que así nos vamos entendiendo. Que es lo importante.

Es tan especial. Le quiero tanto. Es muy cariñoso, a su manera. Y me encanta su manera. No lo puedo evitar.

Como me dijo una amiga, estos torbellinos tienen en eso mismo su encanto, su fuerza y le adoro por ello. Por su intensidad.

Y hoy hace 19 meses. Mi bebé ya tiene 19 meses. Y sueño con un mañana más sosegado pero a la vez voy frenando el hoy.

Su mirada, la mirada entre hermanos. Celia lo es todo para él. La sigue, sin cuestionarse nada. Si ella está bien, él está bien.

Y yo, estoy de puta madre.

CLC




1 comentario:

  1. Felicidades adorable guerrero, en cada foto que miro dejo de reconocer al bebé que se fue y miro el niño que volverá. ... felicidades remami porque de nuevo has aprendido de los acontecimientos de nuevo ha vuelto a nacer otra parte de ti...esta vez no la he podido acompañar pero seguro que sigue siendo absolutamente maravillosa! Os quiero familia

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