domingo, 13 de julio de 2014

VIKINGA: SEIS MESES


Todavía recuerdo ese olor.

¿Pueden dos bebés llevarse 9 meses?

Aún mi dormitorio olía a oxitocina y recibí ese mensaje. Recuerdo que pensé lo maravilloso que sería vivir lo que yo acababa de vivir cada nueve meses. 

Y lo viví. Ocho meses después, mi media naranja maternal me regaló la oportunidad de recordar, de vibrar, de volver a oler.
Vivi su embarazo y viví su parto. La preciosa Vikinga soñada nos cambió la vida.


El sábado 11 de enero el ambiente era ligeramente diferente. Los mensajes de mi amiga "sonaban" distintos y yo... me uní fisiológicamente a su causa.

No me equivocaba. De madrugada un dos tres mensajes me alertaron de que rompió la bolsa. Contracciones rítmicas, suaves y espaciadas. El plan era seguir durmiendo con el volumen del móvil más alto. Lo primero no fue posible.

"Bien, esta niña mola", era lo que mi cabeza no paraba de repetir. Conciliar mi bebé de 8 meses con mi primera ausencia por varias horas, era mucho más fácil en fin de semana y por la noche puesto que mi marido se ocuparía de todo.

Y vaya si moló...

Nos dio tiempo para organizarnos, disfrutar del parto, dar teta, whatsappear,...

La oscuridad se llevó la oxitocina y el domingo 12 sintonicé con la parturienta mediante móvil. Aprovechó para jugar a las cartas, comer con contundencia, seguir disfrutando de su parto, con tranquilidad. 
El ritmo descendió, pero no se detuvo. En casa no pasa eso. En (cierto/s) hospital sí. Se necesitaba un respiro. La pequeña decidió descansar y dar margen para seguir organizando tantas cosas en la vida extrauterina...

Moría de ganas por ver a mi amiga, por recibir un mensaje diciendo que se necesitaba mi presencia. Pero esta vez no se trataba de mi. Ni de ella. Algo le diría cuándo reclamarme. Incluso, pensé que pudiera no hacerlo. Sólo tendría que sentirlo y yo la acompañaría, pero desde mi casa.

Y llegó. Ese mensaje dió el pistoletazo de salida a "mi" viaje. Iba a asistir a un parto que no era mío, que era de mi amiga.
Un rico café con mi querida parturienta, su increíble compañero y Amanda,, que vino para ver cómo iba. Creo que pocas tardes han sido tan especiales en mi vida. 

Las contracciones seguían tímidas, pero la noche se acercaba y, con ella, la oxitocina volvería a aumentar el caudal. Ya íbamos para 24 horas con la bolsa rota y sombras de inquietud aparecían por la cabecita de mi amiga. Amanda trató de tranquilizarla pero no es una chica fácil y recurrieron a artillería pesada.
Un poco de rebozo y un zumo con ricino mientras charlábamos y reíamos junto a unas velas, maravillosa estampa de mujeres poderosas invocando la cuesta abajo que estaba a punto de empezar: la oxitocina nos encontró, a lo salvaje.

Amanda se fue un poco antes de la "fiesta" y volvería a nuestra llamada.
Mi amiga se lanzó a lo suyo charlando y riendo aún entre contracciones. Su compañero y yo decidimos hacer un baño turco en su salón añadiendo agua hirviendo a la piscina de partos para que no se enfriara ya que sólo podría meterse hacia el final por la bolsa rota.

Mi pequeño me reclamó lo justo para no ausentarme durante mucho tiempo. Como si ambos bebés se pusiesen de acuerdo.

A mi vuelta, cesaba ya el jolgorio entre contracciones y se concentraba en descansar. Los parturientos se mimaban endorfinando también a la preciosa bebé. El ambiente olía a jazmín, a calor y a amor.
Amanda regresó y aprovechamos la cocina para hablar y dejarlos solos.

Mi amiga empezó a dejar de ser ella. Nacía como una diosa con las cosas muy claras, perdiendo el contacto continuo con el medio. Iba la diosa y venía mi amiga y ambas se alternaban en una danza maravillosa que dejó su parto plagado de contrastes.

La exploración y su disgusto al no haber dilatado lo esperado marcó un hito.

Un "ahora me toca parir" apareció en su cara en forma de actitud de tomar las riendas y, ahora sí, se abandonó a su cuerpo.

Se tumbó en su cama, decía que no soportaba el calor del salón (claro, mierda de doula estoy hecha, no conté con eso) y ahí estuvo durante una hora y media tras la exploración.

María llegó en silencio y de pronto me encuentro con una magnífica escena. Ella, endorfinada hasta la médula, se dedicó a dilatar a lo loco hasta llegar a completa en un suspiro. Bueno, creemos que llegó a completa porque, ni cabeceando la Vikinga con todo su poder, permitió una nueva exploración. Y, claro, sus deseos son órdenes.
Pero, volviendo a esa hora y media en la que pasaron tantas cosas, recuerdo el ir y venir de mi amiga con sus genialidades.
De cuando en cuando, la diosa se dejaba adorar: su compañero siempre a su lado, sereno y amoroso, le acariciaba la espalda apoyando su cabeza en ella. Ese buen padre siempre dispuesto a aprender, a acompañar y dar, renacería en pocos minutos también. María a los pies y Amanda en la barriguita. Acariciando, acompañando. Ella no quería estar sola y no lo estuvo. Yo, ¡al culo! Juanjo me decía en mi parto que "soltase" y ahí estuve, sugiriendo laxitud.

Aprovechando una bajada de guardia de la diosa, mi amiga me pidió que le dijese algo positivo. Lo único que se me ocurría era que me pasase un poco de lo que hubiese tomado, que yo quería ese colocón. Apenas se le entendía al hablar. En lugar de eso, miré el reloj y les hice saber que ningún lunes sería igual. Acababa de entrar el día del cumple de la Vikinga, ya sólo faltaba ella. Y no quería perdérselo.

La diosa volvía a dormir mientras mi amiga nos hacía saber que sentía una locura... una presión abajo.
Una pena no haber grabado nuestras miradas. Miradas que hablaban, por lo visto, porque la diosa dotó de aracnosentido a mi amiga ya que nos preguntó que qué pasaba. Lo que nos confirmó que todo el mundo se enteraba menos ella... su niña estaba a las puertas.
Y aquí tuve un regreso a mi parto. Mi amiga no estaba y su compañero, con un lenguaje claro y sencillo, le hizo recordar su deseo de que Vikinga naciera en el agua. Se levantó y se fue al salón, a la piscina.

Allí empezó el desenfreno. Una lucha desigual de mi amiga con la diosa en la que la segunda ganaba gritando, desconectándola y elevándola al infinito. Y un compañero que encajaba con sonrisas y amor las embestidas del poder mas salvaje y primitivo que tenemos. Había equilibrio.

Vikinga estaba aquí, la veía. 
Su madre descansaba y le dedicaba palabras de amor, sus últimas dentro.

Me embargaba la emoción y el orgullo por esas tres personas que había en la piscina.

Mi amiga ya era una diosa fuerte y capaz. Desprendía una energía indescriptible.

Yo no podía apartar la vista de aquella cabecita naranja que se plegaba para salir.

La soñé pelirroja, no podía ser, me estaba sugestionando... era rubia, sí, ¡era rubia! 
¡Qué rubia es!,desvelé a sus padres debido a mi privilegiada ubicación.
Era maravilloso ver a mi amiga tocar a su hija por primera vez. La tocaba, le daba ánimos y volvía a abandonarse.
Y sacó la cabeza, con sus vueltas de cordón. Y la leona agarró a su cría y la arrastró hacia un eterno abrazo lleno de besos y palabras de amor. Y la olió. Y la olimos.

Y sucumbimos a las emociones. Volvió a ocurrir. Un nacimiento, una luz, una muerte maravillosa y necesaria.
Mi diosa amiga parió a su preciosa pelirroja.
Una niña que siento como un poco mía y que siempre seré un poco suya.
Una Vikinga tragona que ayudó al alumbramiento del órgano que murió.

La emoción no me permitía pensar mucho. Era hora de volver con mi familia, pero sentía que dejaba a mi otra familia. Algo cambió, algo muy muy fuerte nació. Y volví en mí. Y de camino a casa vi a mi amiga feliz en su cama, el sincero abrazo del congelado y olvidado padre junto a la piscina. El adiós con un hasta mañana implícito. Y llegué a casa, continué llorando y abracé a mi pequeño dormilón y a su padre, que gracias a él, que cumplió mi labor durante unas horas, pude vivir plenamente lo que acababa de ocurrir.

Al día siguiente llamé a mi madre y le pregunté cómo se superaba aquello. El corazón me explotaba de euforia y amor. Una euforia que tardó mucho en empezar a enfriarse, un amor que nunca lo hará.

Nunca agradeceré lo suficiente el privilegio de haber vivido aquello.

¡FELICES SEIS MESES!

CLC

2 comentarios:

  1. Eran las 4 de la mañana cuando leí esta entrada....pero el sueño con alevosía me ha traicionado y no publiqué mi comentario asi que lo intentaré de nuevo....
    Gracias...una vez más y sigue sin caber en esa palabra todo lo que quisiera expresar...esa noche estabas como siempre estás, pero esa noche estabas aún más. Mi compañero de sueños fue ternura amor dulzura pero tú fuiste mi palo de confianza y seguridad al que me agarraba en cada mirada en cada palabra. Tu experiencia era un grado, y en cada segundo de flojeo tu presencia tus palabras me recordaban que tú habías pasado por ello hacia 8 meses...todo iba bien todo estaba yendo bien y entonces me volvía a sumir en esa maravillosa nube endorfinica. Antes de ese día ya eras alguien muy importante en mi vida pero ese dia, mi vikinga, pelirroja como la soñaste, te convirtió en madrina de excepción y en mi siempre excepcional amiga.
    Hoy nuestro vínculo es aún mayor...tanto que aún estando lejos sigo sintiéndome muy unida a ti...mi comadre, mi doula mi casi hermana que nunca tuve.
    Gracias a ti por regalarnos esa experiencia por enseñarnos el camino y acompañarnos y gracias a tu preciosa familia por hacerlo posible.
    Te quiero mucho amiga.

    ResponderEliminar
  2. Preciosa entrada, me has emocionado. Que privilegiada de vivir aquello y que afortunada tu amiga de tenerte a su lado. Enhorabuena a las dos.

    ResponderEliminar