No es porque te vayas. Es porque el SÓLO TÚ perderá, irremediablemente, fuerza.
Adiós a esas largas cortas tardes sólo contemplándote. Saboreando tus avances. Enorgulleciéndome de tu crecimiento. Y más aún de tu nacimiento. Agradeciéndote en silencio mi felicidad.
Mi barriga crece y pareces más preparada que yo a compartirme. Papá ahora es un pilar importantísimo en tu vida. Me liberas poco a poco de ti. Qué sabia eres.
Y ahora me asusto porque no se hasta qué punto puedo separarme de ti. Porque sería injusto que nuestro bebé no gozase de mi exclusividad durante los primeros meses, pero es aún más injusto dejarte a ti sin la tuya.
Porque al principio la balanza se inclinará naturalmente a quien más me necesite, pero yo te seguiré necesitando a tí. Mi pequeña. Tus abrazos. Tus masajes. Tus dulces interrupciones.
Y tú, ¿entenderás que yo no esté para ti como antes? Porque ahora, eres tú la que eliges cuando no estar conmigo.
Por muchas cábalas que quiera hacer, necesito comprobar que dos suman, no restan. Y comprobar para quién suma.
Aún queda mucho. Muchos abrazos eternos y exclusivos. Ojalá el tiempo pasase despacio y pudiese saborear más esta linda etapa.
Ojalá, en unos meses me duplicase y estuviese SÓLO contigo y SÓLO con el bebé...
Ojalá, mis brazos se alargaran y os abarcase, para siempre.
De momento me quedo con este precioso cuadro de Ingrid Tussell en mi mente. Con ese consciente y eterno abrazo.
Ese abrazo que, de algún minúsculo modo, sabe a despedida.
CLC